El altruismo nace de la empatía y se consolida como una de las muestras de filantropía más definitivas, contribuyendo activamente a la preservación de las diferentes especies. Sin embargo, el carácter desinteresado de las conductas altruistas ha sido cuestionado muchas veces, y así hay quienes insisten que se trata de comportamientos egoístas que buscan más la satisfacción personal que otra cosa. Por todo ello, en el presente artículo vamos a ver en que consiste el altruismo, cuáles son sus manifestaciones y de qué dependen.
Manifestaciones de la conducta altruista
Aunque todavía no disponemos de una definición exacta de este constructo, parece que la mayoría de los autores coinciden en que el altruismo implica una conducta intencionada que supone cierto sacrificio para quien la ejecuta y de la que se beneficia otra persona. Dicha persona no puede ser alguien cercano, como un amigo o familiar, y el acto de ayudar además tiene que ser voluntario. Asimismo, la persona que lo lleva acabo no debe obtener una ganancia externa (p. ej., dinero, reputación o un ascenso laboral), pero sí puede haber una ganancia interna.
Es decir, la satisfacción que experimentamos al ayudar no hace que un comportamiento sea menos altruista. Tratar de compensar a alguien por un daño que le hemos infringido también entraría dentro de las manifestaciones del altruismo dado que el premio que obtenemos (disminuir la sensación de culpa) sigue siendo interno. Y el último, y quizá más importante de los requisitos, es conseguir realmente el propósito de ayudar. Es decir, no basta con la intención de ayudar, este debe ser realmente el resultado de nuestra actuación.
¿De qué depende si ofrecemos o no ayuda?
Si notamos que algo raro está sucediendo ante nosotros, lo primero sería determinar si lo que está ocurriendo puede ser definido claramente como una emergencia. Si existen dudas acerca de la gravedad de la situación, es muy probable que el observador se eche para atrás y decida no intervenir para evitar reaccionar de forma exagerada y hacer el ridículo. Así, cuando una situación es ambigua y no tenemos muy claro si es normal o no, solemos observar las reacciones del resto de presentes para determinar si se precisa ayuda.
Sin embargo, aunque la respuesta sea ¨sí¨ la persona puede decidir no intervenir si considera que lo que está pasando no la ataña y que el desarrollo de los acontecimientos no es responsabilidad suya. Lo que vaya a hacer a continuación normalmente tiene que ver con el número de presentes, y cuantas más personas haya cerca, menos probable es que ofrezca ayuda. Esto se debe a que la responsabilidad se reparte entre muchas personas y en situaciones así, los individuos suelen esperar a que sea otro quien se implique.
Por lo tanto, es más probable actuar si no hay otras personas a nuestro alrededor, dado que asumimos una mayor responsabilidad de cara al suceso. Dicho de otra forma, es más viable esperar ayuda ajena si nos roban la cartera a las 2 de la madrugada y hay solo 1 o 2 testigos que si nos roban en pleno día en medio de la multitud. La percepción de la propia capacidad de afrontar la situación y resolverla con éxito también es fundamental para decidir si actuamos o nos detenemos.
Por último, toca valorar los costes personales derivados de ayudar o no. Diferentes autores destacan la importancia de la edad, el sexo, el aspecto, la higiene, etc., de la persona en apuros y de este modo es más probable ofrecerse a ayudar a alguien que percibimos como indefenso, por ejemplo, un niño o un anciano. Pero ¿estaríamos igual de dispuestos a ayudar si tuviéramos prisa por llegar a una entrevista importante? ¿Y si se tratase de socorrer a un mendigo que está sangrando y nuestro aspecto impoluto se viera amenazado?
Hay que decir que, en general, todos nos consideramos buenas personas y el presente artículo sobre el altruismo y sus manifestaciones no pretende haceros dudar de ello. Pero sí es importante saber que nuestras reacciones se ven sujetas a diferentes factores y que dependiendo de la situación la disposición a ofrecer ayuda puede variar. Además, estamos hablando de conductas que, a pesar de tener un coste personal, no deben verse recompensadas externamente, por lo tanto, es normal que nos cueste más llevarlas a cabo. Y si no, no serían altruistas.