A veces resulta imposible encontrar sentido en el sufrimiento. Lo concebimos como algo que se interpone en nuestro camino hacia la felicidad, no como un fenómeno inherente a esta, y tratamos de evitarlo por todos los medios. Y si el dolor propio es desagradable, el de un ser querido puede ser igual o incluso más difícil de sobrellevar. ¨Ningún hombre es una isla¨, dijo John Donne, refiriéndose a la naturaleza social del hombre, y esta idea queda más que patente en nuestra necesidad de cuidar y arropar a los demás.
El dolor es algo muy personal, muy íntimo, y lo experimentamos de forma similar, a la vez que única. Por lo tanto, es la persona que está sufriendo la que sabe realmente por lo que está pasando, pero esto no quiere decir que los demás no pueden serle de ayuda durante el proceso de sanación emocional. Pero para hacerlo de una forma efectiva hay que conocer los principales errores que cometemos a la hora de consolar a alguien y qué podemos hacer para que se sienta acompañado.
1 . – Facilita la expresión de los sentimientos: Cuando vemos a una persona llorando, nuestra primera reacción suele ser la de intentar tranquilizarla. Sin embargo, llorar es un mecanismo genial para desahogarse, ya que hace que la intensidad de las emociones negativas disminuya y que se hagan más manejables. Y es que a veces el sufrimiento es necesario y hay que pasarlo mal para poder integrar lo ocurrido en nuestra vida y seguir adelante. Por lo tanto, todo esfuerzo por bloquear el dolor puede llegar a complicar el proceso de recuperación emocional.
2 . – Silencio antes que tópicos: Al ver que un ser querido está sufriendo, nuestro deseo de ayudar se activa inmediatamente, pero por desgracia la necesidad de sentirnos útiles a menudo desemboca en el empleo de frases hechas que no aportan nada. Expresiones como ¨todo está bien¨ o ¨el mundo no se ha acabado¨ suelen tener un efecto contraproducente y en vez de emitir un mensaje empático, hacen que el otro se sienta solo e incomprendido. Y es que a veces el silencio es la mejor forma de decir ¨estoy contigo¨.
3 . – Escucha: Por lo tanto, deja que la persona experimente su dolor, no juzgues, no reproches, no culpes y tampoco tengas prisa en dar consejos. Para poder ofrecer una opinión valida de la situación, primero hay que familiarizarse con la misma, así que escucha atentamente todo lo que el otro tiene que decir. Es decir, evita interrumpir su relato y resiste la tentación de contar tu propia experiencia, ya que acabarás centrando la atención en ti y el problema del otro quedará relegado a un segundo plano.
4 . – El contacto físico: Este va a variar en función de la cercanía emocional con la otra persona. Así, si hemos tenido poco trato con el otro, una ligera caricia en la mano o el hombro, sería lo idóneo. En cambio, para arropar a un amigo o familiar, el abrazo suele ser lo más acertado, dado que tiene más valor del que imaginamos. Aparte de transmitir seguridad y confianza, reduce la tensión muscular, mejora el estado de ánimo y nos hace sentir acompañados. En definitiva, el abrazo es unión.
Por último, recordad que cada caso es único, por muy parecidas que sean las experiencias de ambas partes, y no debemos precipitarnos en aconsejar y repartir sabiduría. Cada uno vive las cosas a su manera y tiene sus propias estrategias a la hora de superar las adversidades, y si estas fallan siempre puede acudir al psicólogo que le guiará durante todo el proceso. Dicho esto, esperamos que nuestros pequeños consejos acerca de cómo acompañar a una persona que está sufriendo os hayan resultado útiles e interesantes.